viernes, 11 de enero de 2013

Faber, uno que se fue pero aún está


Un once de enero tal como este, hace catorce años, murió Fabrizio de André, cantautor italiano cuya grandeza no es fácil reconocer y comprender sin ser italiano o saber el idioma, pero que, por comparar, podría asemejarse a George Brassens (pero con más variedad musical) en Francia o incluso a Bob Dylan en Estados Unidos (sin llegar a su popularidad puertas afuera). No me atrevo a buscarle un paralelo en español (aunque por algunas características se me ocurre Silvio Rodríguez). Y si se trata de facha, pelos, y  mirada melancólica, el parentesco se lo saco con Nacho Vegas.

La primera canción suya que escuché fue Coda di Lupo, cuyas primeras palabras pude entender y, directamente, me hipnotizaron. Decían:
Quando ero piccolo m'innamoravo di tutto / correvo dietro ai cani.
 que se podría traducir como:
Cuando era pequeño me enamoraba de todo / corría tras los perros.
Del resto de la canción pude entender cosas sueltas, pero inconexas. Aún así me gustó porque, sencillamente, la canción suena muy bien. Me gustó tanto que me empeñé en entenderla entera. Fracasé gozosamente. Aunque pude traducir todas las palabras, los significados últimos se me escapaban como si fueran agua que se me resbalaba entre los dedos. Pero se llegaba a atisbar que aquello era poesía, y no de la de cielos y árboles, sino de la de carne y hueso. Lo cual es mucho y grande.

Empecé escuchando sus canciones más conocidas, como Bocca di Rosa y Città Vecchia. Así di con La Ballata dell'Amore Cieco, cuya melodía pegadiza y su letra clara hizo que se convirtiera por un tiempo en una de esas canciones que de vez en cuando aparecen y no puedo evitar escuchar en bucle sin descanso. Tanto la escuché, que me la aprendí. Y cuando me la aprendí, la traduje a español con rima y métrica para tocarla con la guitarra.

Para entonces ya me había interesado tanto como para haberme informado de su vida y obras, descubriendo que era un tipo que abordaba temas morales con preocupación pero sin juzgar fácilmente, sino tratando de profundizar en las causas de la tristeza, de la pobreza, de las malas acciones, con el propósito de entender todo ello mejor. Como dijo en esta ocasión, en una introducción a Città Vecchia, algo que siempre había pensado es que "Hay poco mérito en la virtud y poca culpa en el error". Su compasión demostró ser más que palabras tras ser secuestrado, cuando disculpó públicamente a sus secuestradores (dicha aventura inspiró la canción Hotel Supramonte). Las historias de sus canciones ayudan a mirar con más lucidez circunstancias corrientes. Pero disculpad esta última frase, que puede ser verborrea de enamorado.

Tengo la sensación de no haber hecho notar ni la mitad de los méritos que tiene, pero lo importante es escucharle, no sólo no dejar que muera, sino hacerle vivir por doquier. Él nos recompensará desde ultratumba haciendo nuestras vidas más inteligentes, más sutiles, y sobre todo, más agradables.

[Otras de mis favoritas son: Inverno, Fiume Sand Creek y Dolcenera. Escuchadlo sin penitencia.]