sábado, 14 de marzo de 2015

Los males del cristianismo y el comunismo: ¿son tan diferentes? [Bertrand Russell]


Escrito en 1954:
    "Es habitual, entre los apologistas cristianos, considerar el comunismo como muy distinto del cristianismo y contrastar sus males con los supuestos bienes disfrutados por las naciones cristianas. Para mí esto es un profundo error. Los males del comunismo son los mismos que existían en el cristianismo durante las edades de la fe. La GPU [policía secreta de la Rusia Soviética] se diferencia de la Inquisición sólo cuantitativamente. Sus crueldades son de la misma clase, y el daño que hace a la vida moral e intelectual de los rusos es del mismo tipo que el que hicieron los inquisidores donde prevalecieron. Los comunistas falsifican la historia, y lo mismo hizo la Iglesia hasta el Renacimiento. Si la Iglesia no es ahora tan mala como el Gobierno soviético, se debe a la influencia de los que la atacaron: desde el Concilio de Trento hasta el día de hoy, todas las mejoras de la Iglesia se han debido a sus enemigos. Hay muchos que se oponen al Gobierno soviético porque les disgusta la doctrina económica comunista,  pero esto es lo que el Kremlin tiene en común con los primeros cristianos, los franciscanos, y la mayoría de los heréticos cristianos medievales: Tomás Moro, un mártir ortodoxo, habla del cristianismo como de algo comunista, y dice que éste era el único aspecto de la religión cristiana que la hacía recomendable a los utópicos. No es la doctrina soviética en sí misma la que puede considerarse justamente como un peligro; es el modo en que se mantiene esta doctrina. Se la defiende como una verdad sagrada e inviolable, y el dudar de ellas un pecado merecedor del más severo castigo. El comunista, como el cristiano, cree que su doctrina es esencial para la salvación, y esta creencia es la que hace la salvación posible para él. Las semejanzas entre cristianismo y comunismo son las que los han hecho incompatibles entre sí. Cuando dos hombres de ciencia están en desacuerdo, no invocan el  brazo secular; esperan que la prueba ulterior decida quién tiene razón, ya que, como hombres de ciencia, saben que ninguno es infalible. Pero cuando dos teólogos difieren, como no hay criterio al que ninguno de ellos pueda apelar, sólo existe un odio mutuo y una apelación, explícita o no, a la fuerza. El cristianismo, lo reconoceré, hace menos daño del que solía hacer; pero ello se debe a que se cree con menos fervor en él. Quizá, con el tiempo, se dará el mismo cambio con el comunismo; y, si así es, ese credo perderá mucho de lo que hoy le hace pernicioso. Pero si en Occidente prevalece el criterio de que el cristianismo es esencial a la virtud y la estabilidad social, el cristianismo adquirirá de nuevo los defectos que tenía en la Edad Media; y, al parecerse más al comunismo, se le hará cada vez más difícil de reconciliarse con él. Este no es el camino que va a salvar al mundo del desastre.

¿Puede la religión curar nuestros males?, Bertrand Russell