miércoles, 3 de julio de 2013

Crónica de una aventura mañanera:

Hace unas semanas vi que se publicó una convocatoria de beca para asistir a estudiantes que vienen de Michigan (Estados Unidos) de agosto a diciembre. Por supuesto, me pareció una beca hecha para mí, pero cuando leí la convocatoria vi que había que tener un título en inglés, ya fuera de Cambridge, EOI, TOEFL,... para probar nivel avanzado. Como soy tan listo, no tengo ninguno.

Así que más o menos descarté que me fueran a dar la beca, pero pensaba presentarme pese a todo, por probar suerte. Así que he esperado, por supuesto, al último día, hoy, para ponerme con ello. Todo lo que ha ocurrido podría haberse previsto si hubiera hecho las cosas con tiempo, pero, en todo caso, las circunstancias no han ayudado:

12:00 : Suena el despertador del móvil. No lo había puesto el día anterior (me dormí leyendo), pero por suerte lo tenía programado del día anterior para sonar a diario (sí, estos horarios gasto en verano).

12:20 : Suena el despertador por tercera vez. Por fin, me levanto y me pongo directamente con el ordenador. Viendo lo tarde que es, decido pasar del desayuno y así poder entregar los papeles antes de las 14h., hora límite.

12:30 : Descubro que para optar a la beca no sólo contaban los títulos: ¡también haberse ido al extranjero con la Universidad! ¡No había leído la última parte! ¡He hecho Erasmus, entro en la convocatoria! ¡TENGO que entregar esto!

12:35 : Hago recuento de documentos que tengo que entregar y veo que también hay que presentar una carta de motivación. Busco en Google: «cómo escribir una carta de motivación». Abro 5 pestañas, las leo todas por encima. De pronto, no me importa tanto cómo escribir el texto en sí sino cómo empezar el encabezamiento: «Estimados ... ¿qué?». Después de comparar varios ejemplos, me decanto por «Estimados Señores de la Universidad de Burgos». Me da igual. No me voy a comer la cabeza.

13:10 : Termino la carta de motivación (al final he decidido añadir «Señores/as»), actualizo un par de detalles del C.V. y copio todos los documentos que necesito imprimir en un pendrive. Me pongo a buscar los títulos que acompañan el C.V.

13:30 : Encuentro el título de la carrera pero no aparecen los papeles de estancia de Erasmus ni las notas. Decido pasar de los títulos, ya los entregaré más adelante si consigo entregar lo esencial hoy.

13:35 : Salgo disparado de casa con la bici.

13:40 : Entro en la copistería del barrio como un forastero atrevido en un bar de vaqueros. Digo: «Siento las prisas, pero tengo unas copias que hacer, sólo si pueden estar en 5 minutos» y le ofrezco el pendrive. La dependiente me mira fíjamente y declara «Me estás pidiendo que no pase el antivirus». Se palpa la tensión y un niño haciendo la croqueta pasa entre nosotros. El tiempo se detiene, pero eso no ayuda. La dependiente decide arriesgarse por el bien de su negocio y toma el pendrive.

13:45 : Se ha imprimido todo, salvo el Currículum. También falta de fotocopiar el DNI. De pronto la máquina se pone a hacer sonidos raros. El Currículum no sale. Hay otros clientes haciendo cola. Entra en la copistería un mensajero con un paquete y prisa. «Todos tenemos prisa», le suelta la dependiente empezando a estar de los nervios. «No te preocupes», digo, «entrego lo que tengo y ya entregaré el Currículum más adelante». La dependienta maldice la tecnología repetidamente. Le propongo reiniciar la fotocopiadora, lo hace y finalmente el Currículum sale imprimido y el DNI fotocopiado.

13:50 : Con los papeles en la boca, vuelo a MACH 3 con la bici, arriesgando mi vida y todas las de los que se me cruzan.

13:55 : Superando, seguro, varios records, paso por la Facultad de Económicas y me dirijo a Derecho, para cruzarla también y llegar al edificio del Registro, edificio nuevo de la Universidad que aglomera todos los servicios y la burocracia.

13:56 : Dejo la bici de mala manera en la calle y entro sudoroso en el Registro. La mujer que atiende está al teléfono. Le enseño los papeles. «¿Dónde tengo que entregar esto?», le pregunto, a lo que me responde: «¿Dónde tienes que entregar esto?».

13:57 : «¿Tienes que entregarlo aquí en el Registro o en la Fundación General de la UBU?». En el papel de la inscripción pone «Fundación Universidad de Burgos» por todos lados, y en la convocatoria ponía que había que entregarlo allí (se me enciende la bombilla). ¡Pero pensaba que la famosa Fundación estaría en el mismo edificio que el resto de Servicios!

13:58 : Por suerte, mientras la mujer del Registro sigue hablando por teléfono, un trabajador que anda por ahí me dice que la famosa «Fundación» está en el edificio de Económicas. ¡Mierda, lo he pasado hace un momento! ¡Tengo que volver! El buen hombre me indica por qué puerta entrar para llegar antes.

13:58 y medio : Se me pincha la rueda trasera al subir un bordillo en la Facultad de Derecho. Aprieto incluso más y hago los últimos 200 metros con la rueda hecha un chicle.

13:59 : Salto prácticamente de la bici e intento abrir la puerta de la Gloria pero ¡ESTÁ CERRADA! Un ángel se aparece y abre con su tarjeta. «¿Buscas la Fundación?», me dice, «Está ahí a la derecha». Me teletransporto «ahí a la derecha» y me encuentro con un laberinto de puertas y carteles, todos diciendo «Fundación Universidad».

14:00 : Llamo compulsivamente a todas las puertas, pero veo que en la mayoría la luz está apagada por dentro. Localizo dónde hay luz y allí llamo con énfasis, y pruebo a abrir, pero está CERRADO. La oficina con luz tiene dos puertas, así que voy a probar la otra, a unos metros de la primera. Llamo, nadie responde. Intento abrir, también cerrada. De pronto abre alguien la otra puerta, y una mujer hablando por teléfono (¿con la del Registro?) se asoma.

14:01 : Le hago señas a la mujer desde el otro lado del pasillo con los papeles. Me ha visto, pero se mete de nuevo en la oficina para defender su fortaleza de mi asedio. ¡Ah del castillo! Me dirijo como un ariete, decidido a derribar la puerta y dejar mis papeles allí sea como sea, cuando una voz detrás mío me para. «¿Qué quieres?». Un hombre acaba de salir de los baños y, en vez de huír, se interesa por mí, ¡albricias! Le explico la situación y me dice que la oficina ya está cerrada, pero que él puede coger los papeles y que se los dará a sus compañeros. Que me llamarán si falta algo.

14:02 : «Perfecto, eso sería perfecto», le digo. Se lo agradezco muchísimo, le digo que me ha pasado de todo para llegar allí (no le cuento la historia porque bastante tiene con su vida, y tampoco me iba a creer), le compro bombones, le regalo un caballo, le ofrezco mi vida y mi servilidad de por vida. Al menos un tercio de lo dicho.

14:03 : Salgo del laberinto de la «Fundación». Victorioso. Creo. El esfuerzo sobrehumano de última hora ha valido la pena.

14:05 : Me alejo a pie, destruido pero contento, llevando mi pobre bici coja, como si del final de una peli de Chaplin se tratase. Pero en lugar de ser en blanco y negro, el sol pega fuerte y los colores brillan mucho. ¿Debería conseguir la beca? ¿La conseguiré? Eso es, definitivamente, otra historia, que no afectará, ni para bien ni para mal, lo que fue esta.