martes, 23 de abril de 2013

Claro que te he oído, cariño [Microrrelato]

Creo que (te deseo con pasión irracional, así que) deberíamos (vivir como locos atolondrados,) hacer (del mundo un lugar a nuestro servicio donde) un paréntesis (incluya la verdad que necesitamos).


Este microrrelato ganó el concurso de relatos de 30 palabras de Caja de Burgos durante la Feria del Libro 2010 en Burgos.

domingo, 14 de abril de 2013

Son raras las veces que pienso en Dios [Cita]

Sábado 24 de agosto 
Son raras las veces que pienso en Dios. Sin embargo, tengo un fondo religioso, un ansia de religión. Quisiera convencerme de que efectivamente poseo una definición de Dios, un concepto de Dios. Pero no poseo nada semejante. Son raras las veces en que pienso en Dios, sencillamente porque el problema me excede tan sobrada y soberanamente, que llega a provocarme una especie de pánico, una desbandada general de mi lucidez y de mis razones. "Dios es la Totalidad" dice a menudo Avellaneda. "Dios es la Esencia de todo", dice Aníbal, "lo que mantiene todo en equilibrio, en armonía, Dios es la Gran Coherencia". Soy capaz de entender una y otra posición, pero ni una ni otra son mi definición. Es probable que ellos estén en lo cierto, pero no es ése el Dios que yo necesito. Yo necesito un Dios con quien dialogar, un Dios en quien pueda buscar amparo, un Dios que me responda cuando lo interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas. Si Dios es la Totalidad, la Gran Coherencia, si Dios es sólo la energía que mantiene vivo el Universo, es algo tan inconmensurablemente infinito, ¿Qué puede importarle de mí, un átomo malamente encaramado a un insignificante piojo de su Reino? No me importa ser un átomo del último piojo de su Reino No me importa ser un átomo del último piojo de su Reino, pero me importa que Dios esté a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón.

La tregua, Mario Benedetti 

viernes, 12 de abril de 2013

La tregua, de Mario Benedetti [9 de 50]

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013


Martín Santomé, un oficinista a punto de jubilarse, aún está a tiempo de enamorarse.

Esta pequeña novela en forma de diario se puede abrir por cualquier página, elegir 10 líneas al azar, y sin duda uno se encontrará con, al menos, un pensamiento diáfano expresado en tal breve espacio. En ese sentido, se podría considerar casi un libro de citas, tanta es su concisión y prolijidad de reflexiones acertadas. Pero este hecho es casi anecdótico, si tenemos en cuenta que todo ello se encuadra en una estructura argumental aparentemente sencilla, aparentemente casual, que sin embargo nos hace entender y compartir el viaje sentimental de Martín Santomé a la perfección.

Como ya me ocurrió con Cinco horas con Mario, y como me ocurre con los libros que más me gustan, éste me ha dejado casi sin palabras. Sobre todo porque encuentro más fácil comentar algo cuando tengo críticas que hacer. Cuando todo lo que me sale es una alabanza sin concesiones, me cuesta destacar los puntos claves. Como en este caso, ya que todo está maravillosamente entretejido y tiene el tacto preciso para conectar con el lector, para ser puramente humano, sin artificios ni medias tintas. El formato del diario predispone al narrador a la confidencia, pero en el caso de Martín Santomé (un alter ego de Mario Benedetti, no me cabe duda), no es el valor de sus confidencias el que nos convencerán, principalmente, sino su propia voz, sencilla, concisa, sincera sobre todo para precisar sus propias miserias.

Mario Benedetti consigue hacer una obra romántica sin ser cursi, melancólica sin ser deprimente, profunda sin ser moralista, madura sin ser cansina, y entretenida sin ser atropellada. Un libro que puedes decir que te releerías incluso cuando acabas de acabártelo. Por eso también, un libro que pasa sin ninguna duda a mis favoritos.

Habitualmente estas peculiares reseñas mías pretenden analizar lo que más me llama la atención de lo que leo, los principales pros y contras, pero en esta ocasión lo que el cuerpo me pide es que, como si de un evangelio se tratase, anuncie las maravillas de La tregua a los cuatro vientos, y le diga a todo lector: léelo, léelo, LÉELO. Como pasa con todo, la recepción para cada uno será de una manera, pero creo que para el lector con un mínimo de sensibilidad sentimental, o filosófica (en un plano menos obvio), este libro puede significar un placer extraño,  melancólico y prolongado. Y gratificante. Muy. Mucho.

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Nota: existen unos poemas posteriores de Mario Benedetti que no aparencen en este libro pero sin embargo pueden complementar la historia, ya que simulan estar escritos desde la perspectiva de sus dos personajes principales: Martín Santomé y Laura Avellaneda. Se pueden leer aquí: Los personajes.

jueves, 11 de abril de 2013

10 (escuetos) consejos para escribir, de Ian Rankin [Traducción]



1 Lee mucho.

2 Escribe mucho.

3 Aprende a ser autocrítico.

4 Aprende qué criticismo aceptar.

5 Sé persistente.

6 Ten una historia que valga la pena contar.

7 No te rindas.

8 Conoce el mercado.

9 Ten suerte.

10 Mantente afortunado.

lunes, 8 de abril de 2013

Una cita con Dios


Soy muy fan de las citas. Tanto que en ocasiones salgo de paseo y si veo una pareja teniendo una en un bar, entro y me siento con ellos a tomar algo, para felicitarles. En otras ocasiones me da por invitar a la primera tía que pillo a una cita, sólo por disfrutar del misterio y la emoción; pero luego me lío, me lío... y termino teniendo una relación de varios años, e hijos. Verdaderas citas aparte, también he sido (y supongo que algo seguiré siendo) fan de las citas del tipo frases célebres, ingeniosas, divertidas, llenas de sabiduría mordaz, etc. En su día iba a la sección de filosofía de la biblioteca, o cogía un libro de Mark Twain, o leía una frase-estado de Messenger y me ponía a chillar como un histérico, de puro fan. Luego me calmé y ni siquiera le di a me gusta a las frases que me gustaban en Facebook.

En fin, que pese a mi amor por las frases cortas (y por las citas literarias y filosóficas, sean de la longitud que sean), últimamente no he querido compartir algunas de mis preferidas en el blog, porque no lo veía muy pertinente, salvo en el caso de hablar del libro que las contiene. Pero resulta que en más de un libro de los que llevo leídos este año se hacen referencias muy interesantes a un tema que puede ser muy cansino o muy apasionante: Dios. Y me gustan esas píldoras de aproximación espiritual desde mentes literarias. Así que, como ya llevo, como poco, localizadas tres de estas reflexiones que me han llamado la atención, he decidido hacer una excepción y hacer una pequeña colección de citas más bien originales sobre la existencia de Dios.

Las dos primeras citas que acabo de citar (comentario sobre la repetición) ya están citadas (comentario sobre el comentario anterior) aquí: en Sobre héroes y tumbas, donde el paranoico personaje de Fernando disecciona sus posibles explicaciones sobre la existencia de Dios, y en Vida de Pi, de donde extraje una nota del glosario que me pareció una interesante interpretación de Dios y la creación.

En esta entrada presento el fragmento que me ha llevado definitivamente a abrir esta nueva brecha. Es una cita sacada de La tregua (Mario  Benedetti), el libro que estoy leyendo ahora mismo y que, pese a que ni siquiera lo he terminado, puedo decir sin miedo a equivocarme que va a estar con toda seguridad entre mis favoritos. Y ya os dejo con el texto, que no precisa más presentación ni despedida:
Domigo 7 de julio
Un día de sol espléndido, casi otoñal. Fuimos a Carrasco. La playa estaba desierta, tal vez debido a que, en pleno julio, la gente no se anima a creer en el buen tiempo. Nos sentamos en la arena. Así con la playa vacía, las olas se vuelven imponentes, son ellas solas las que gobiernan el paisaje. En ese sentido me reconozco lamentablemente dócil, maleable. Veo ese mar implacable y desolado, tan orgulloso de su espuma y de su coraje, apenas mancillado por gaviotas ingenuas, casi irreales, y de inmediato me refugio en una irresponsable admiración. Pero después, casi en seguida, la admiración se desintegra, y paso a sentirme tan indefenso como una almeja, como un canto rodado. Ese mar es una especie de eternidad. Cuando yo era niño, él golpeaba y golpeaba, pero también golpeaba cuando era niño mi abuelo, cuando era niño el abuelo de mi abuelo. Una presencia móvil pero sin vida. Una presencia de olas oscuras, insensibles. Testigo de la historia, testigo inútil porque no sabe nada de la historia. ¿Y si el mar fuera Dios? También un testigo insensible. Una presencia móvil pero sin vida. Avellaneda también lo miraba, con el viento en el pelo, casi sin pestañear: "¿Vos, ¿crees en Dios?", dijo continuando el diálogo que había iniciado yo, mi pensamiento. "No sé, yo querría que Dios existiese. Pero no estoy seguro. Tampoco estoy seguro de que Dios, si existe, vaya a estar conforme con nuestra credulidad a partir de algunos datos desperdigados e incompletos." "Pero si es tan claro. Vos te complicás porque querés que Dios tenga rostro, manos, corazón. Dios es un común denominador. También podíamos llamarlo la Totalidad. Dios es esta piedra, mi zapato, aquella gaviota, tus pantalones, esa nube, todo." "Y eso ¿te atrae? ¿Eso te conforma?" "Por lo menos, me inspira respeto." "A mí no. No puedo figurarme a Dios como una gran Sociedad Anónima."

viernes, 5 de abril de 2013

Vida de Pi, de Yann Martel [8 de 50]

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013

(En esta entrada hablo de la trama de Vida de Pi. Si no quieres saber nada antes de ver la película o leer el libro, mejor no la leas. Si no te importa saber qué pasa o cómo acaba, adelante. Si ya conoces la historia, entenderás esta reseña mejor.)


Origen: prestado.

   Dejaos engañar. Pero este libro no es tan agradable al gusto como lo es a la vista. Si miras, se ve una situación casi poética: un naufragio en compañía de un hermoso -y peligroso- felino. Si pruebas, sabe a sangre fresca, a corazón humano recién sacado del pecho, a piel cortada a tiras. Si aún no sabéis por qué, ya lo veréis.

Primer contacto
   Oí hablar de esta historia por primera vez durante otoño o principios de invierno del año pasado. Una amiga me enseñó el trailer de la película y me dijo que aquel libro en el que se basaba era uno de sus favoritos, si no el que más. Yo acababa de leer The Sense of an Ending, de Julian Barnes, novela ganadora del Booker Prize 2011, y me enteré de que Life of Pi había ganado el Booker Prize también, así que, como me había gustado el primero, y leí que dicho premio era muy prestigioso en lengua inglesa, me dio más curiosidad este segundo.

Problemática
   Comencé a leer el libro en torno a los días en que se entregaron los Oscars, y leí la primera parte (de tres). Pero la curiosidad por la película me pudo y la vi antes de seguir leyendo. Aquello, sumado a otras circunstancias, provocó que me costara mucho más terminar de leer la novela (aunque en parte me apetecía hacerlo ya que la leería a la luz de conocer el revelador final). Y esto ha causado un gran parón en mi reto de leer 50 libros durante este año: para esta semana debería llevar 15 libros leídos. Son casi la mitad los que llevo. Y no es que me esté poniendo al día, pero en fin. Reto aparte, lo que quería decir es que me costó mucho avanzar en la parte media del libro, que es, a fin de cuentas, la esencial: el naufragio, la supervivencia. Se debió, en mi opinión, a que todas las descripciones minuciosas que ahí hace en la película son mucho más intuitivas, visuales, rápidas de entender, innecesarias de explicar. Y claro, una vez conoces un artilugio no necesitas que te lo expliquen. Esto fue lo que más me dificultó el avanzar.


Resumen estructural de la novela
  • En la primera parte Pi Patel le describe al supuesto escritor de la novela su vida antes de el naufragio: crece conociendo el zoo de su padre y, en su búsqueda espiritual de Dios, se adhiere no a una sino a tres religiones: cristianismo, islam e hinduismo.
  • Segunda parte: durante el traslado de su zoo en Pondicherry, India, a Canadá, naufraga en un bote salvavidas con un puñado de animales del zoo, de los cuales sólo termina quedando Richard Parker, un tigre de bengala.
  • En la última parte el escritor, tras habernos mostrado lo que Pi Patel le ha contado (las dos partes anteriores), nos transcribe la entrevista grabada que tuvieron con el superviviente dos empleados de la empresa del barco que se hundió, cuando Pi está todavía hospitalizado tras su vuelta a la civilización. En esta parte los empleados no creen su "fantástica" versión llena de animales y le piden una historia más factible. Entonces él les cuenta una versión desgarradora en la que los animales de los que había hablado antes se corresponden con seres humanos (el cocinero del barco, un marinero, su madre), siendo él mismo el tigre.


Forma de la novela
   El narrador tiene un estilo directo y, bajo mi punto de vista, tanto fresco como brutal. Fresco sobre todo en la primera parte, en la que es fácil disfrutar de la enumeración de anécdotas del zoo, los animales y la colisión de religiones. Pero a medida que avanza en la segunda parte se va volviendo, casi imperceptiblemente, en brutal, desgarrador, minucioso en los detalles, sin evitar los más escabrosos. Sus descripciones se pueden considerar casi científicas: el narrador cuenta las pasiones que sintió en aquellos momentos, pero estas pasiones no se traslucen en la voz del narrador, que se mantiene impertérrito mientras da los detalles de los pasajes más duros.

Objetivo de la novela
   Supuestamente, en palabras de uno de los personajes de la novela, se trata de una historia capaz de hacerte "creer en Dios", y siendo el propio Martel creyente, y dado el énfasis que se da en toda la primera parte al sincretismo de religiones adoptado por el protagonista, podemos sospechar que haya cierta intención de adoctrinamiento subyacente. Sin embargo, se realiza de forma curiosamente sutil, teniendo en cuenta que toda la novela (y especialmente su giro de guión final) es partícipe activa de dicha intención aleccionadora.

Mi visión sobre el final
   Como en tantas otras obras, el final es el que da sentido a esta historia. Pero en este caso, de manera muy especial:
   De alguna forma, se sugiere que hay dos posibles interpretaciones de la historia y le incumbe a uno mismo elegir la que prefiere. La historia más colorista, la protagonizada esencialmente por animales, se asocia a la elección de la fe, la creencia en Dios. Es la historia en la que el propio protagonista escoge creer. Y sin embargo, aunque no se profundiza en la segunda versión de la historia (mucho menos en la película, muy mal ahí, por cierto), la protagonizada por seres humanos, y se presenta de forma ambigua con toda intención, queda bastante claro que ésta es la que de verdad debió suceder, y por su inmensa crudeza ha necesitado ser fabulada por su protagonista. De hecho, lo que Pi le pregunta a los empleados japoneses del Tsimtsum (el barco hundido) tras contarles ambas historias es: ¿cuál es la historia preferible? Y puestos a preferir, escogeremos, claro, la historia en la que los animales se matan y se comen los unos a los otros, y no las personas, ya que es menos incómodo aceptar la violencia y la crueldad desmedida si se da entre seres irracionales.

   Pero esto no justifica en absoluto la fe, al menos no una fe verdadera. Justificaría una fe conscientemente falsa, una fe basada en la decisión consciente de estar abrazando ideales equívocos, pero quizás prácticos. Pero equívocos. Y por tanto, para el que busca ser honesto consigo mismo, este razonamiento no será válido. Es por esto que me cuesta entender que se haya publicitado tanto junto con el eslogan de "te hará creer en dios" (cosa -el que se haya hecho- por otra parte entendible, ya que es una afirmación muy atrevida, es decir, perfecta publicitariamente).

Conclusiones generales
   Se trata de una historia entretenida, sorprendentemente amena considerando los pocos elementos con los que juega, rebosante de vida y ánimo vital, extensamente documentada y detallista, con más de una lectura y que invita, como poco, a la reflexión.

   También se trata de una historia muy estática, con apenas unos pocos eventos-acción, descarnada,  plagada de reflexiones de sesgo moralista, y que sugiere, sutilmente, asociar la belleza de su fábula con la existencia de dios.

Conclusión particular
   Es por todo esto que considero este libro muy atractivo, e incluso educativo, siempre y cuando no se idealice como referencia religiosa. (Lo que no le quita sus valores morales -que algunos pueden llamar espirituales-, sobre todo en lo concerniente a la tolerancia y al amor por la vida.)
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Nota:
Al final del libro hay un Glosario con conceptos mencionados en la historia, y hay uno en concreto que me ha llamado la atención, así que he querido transcribirlo (aunque no recuerdo si se menciona dicho nombre en el libro, pero Tsimtsum era el nombre del barco en el que viajaba antes del naufragio). Es un tipo de cosmología que no conocía, y, conceptualmente, me parece interesante:

«Luria, Isaac. Isaac Luria (Yitshac Luria, 1534-1572), alias "Ha'Ari" (el león), nació en Jerusalem. A la edad de ocho años, tras la muerte de su padre, se trasladó con su madre a Egipto, donde vivió su tío materno. Con quince años, se casó con la hija de su tío. Más adelante se trasladó a la ciudad de Safed y allí comenzó Su Gran Misión con un pequeño grupo de discípulos. De sus doctrinas, una de las más importantes es el "Tsimtsum" o contracción, que afirma que la existencia del universo fue posible como consecuencia del repliegue de Dios. Éste, al ser "originariamente todo", se contrajo sobre sí mismo con el fin de crear un espacio "vacío de su presencia", propiciando así la creación del universo material, inferior a la Luz primaria, el bien del Génesis. En consecuencia, el universo sufrió una explosión y sus partículas se mezclaron trágicamente con las cáscaras de materia gruesa, inferior, mala. Desde entonces, estas chispas dispersas y cautivas dentro de la materia inferior anhelan acercarse las unas a las otras para reconstruir la unidad primaria, lo que significaría la última salvación. Dentro de esta línea de pensamiento, el Dios creador es el Dios que se retira y vuelve a sí. Su presencia es la creación y su otro yo, la humanidad.»

lunes, 1 de abril de 2013

Doña Juana Soprano [Relato teatral en verso]

DRAMA
EN DOS ACTOS


ACTO PRIMERO: LIBERTINAJE Y ESCÁNDALO

Cafetería de la Facultad de Enfermería.
Puerta en el fondo que da a la calle: mesas, copas
y demás movidas propias del lugar.

ESCENA PRIMERA

JUANA SOPRANO, con una llamativa pamela,
sentada en una mesa escribiendo en el móvil.
SILVI y LOLI, en otra mesa observando.
Por la puerta del fondo se ven pasar
profesores y alumnos con carpetas, ruidos, etc.

JUANA:                            ¡Cuánto ruido innecesario!
                                    ¡Que se callen esos tontos
                                    o yo misma se la monto
                                    y les aseguro mal fario!
                                    (Sigue escribiendo.)
SILVI:                          (A Loli.)
                                        ¡Vuelta a clases!
LOLI:                           (A Silvi.)
                                                                    Baja el tono,
                                    que vas a molestar a Juana.
SILVI:                          ¿Qué le pica?
LOLI:                                                    Es ufana
                                    y pasional siempre en todo.
SILVI:                              Qué guapa, ¿eh?
LOLI                                                             De revista.
SILVI:                          ¿Simpática?
LOLI:                                                 Cual famosa.
SILVI:                          ¿Es muy pija?
LOLI:                                                   Poca cosa.
SILVI:                          ¿Y aguda?
LOLI:                                              La más lista.
SILVI:                              ¿La conoces?
LOLI:                                                       Conocida.
                                    Sé que roba corazones
                                    a mujeres y varones.
                                    A todos les da cabida.
                                        Ahora espera, mas se pudre,
                                    a su eneamiga Sofía:
                                    sólo ella competiría
                                    con Juana en tantas virtudes.
                                        Se fueron de Erasmus ambas
                                    este curso ya pasado
                                    y he oído que han quedado
                                    por cortesía obligada.
                                    (Entra Sofía y se sienta con Juana.)
SILVI:                              ¡Increíble parecido!
                                    ¿Es que acaso son gemelas?
LOLI:                           Casi, salvo las melenas:
                                    morena y rubia han nacido.


ESCENA II
JUANA, SOFÍA

SOFÍA:                        (A Juana.)
                                        ¡Cuánto me alegro de verte!
                                    ¡Estás más guapa que nunca!
                                    Y si acaso lo preguntas,
                                    un regalo he de traerte.
LOLI:                           (Aparte, a Silvi.)
                                        No te fíes de su lengua,
                                    es engañosa Sofía,
                                    lo suyo es la guerra fría
                                    y esa tensión nunca mengua.
JUANA:                       (A Sofía.)
                                        ¡Ya era hora, he de decir!
                                    Estoy casi caducada,
                                    así que no tardes nada:
                                    ¿qué has traído para mí?
SOFÍA:                            Antes de nada recuerda
                                    nuestro reto de hace un año:
                                    ¿Quién podría hacer más daño
                                    entre los hombres de mierda?
JUANA:                           No lo olvidé ni un momento,
                                    y espero mi recompensa:
                                    mi seguridad es inmensa
                                    de ostentar mayor recuento.
SOFÍA:                            Eso venía a otorgarte:
                                    todo el honor para ti
                                    y una blusa cachemir
                                    que habrás ganado con arte.
JUANA:                           Nada quiero regalado.
                                    No logro entender esto.
                                    ¿Por qué darme este puesto
                                    sin haberlo comparado?
                                        ¡Mas cuando tanto logré!
                                    De los ricos a la plebe
                                    todo hombre ante mí cede
                                    ¡y hasta a un gay enamoré!
                                        Tan pronto llegué a Italia
                                    colgué en mis redes sociales
                                    unas declaraciones tales
                                    que parecí sin infancia.
                                        Sabiéndome la más bella
                                    escribí este reclamo:
                                    Aquí está Juana Soprano
                                    y no hay mujer como ella.
                                        Desde el puro puritano
                                    hasta el chabacano chulo
                                    no hay quien no se vuelva un mulo
                                    si zarandeo mi mano.
                                        Esto fue así: por mi gracia
                                    todo hombre sucumbió,
                                    y al que por novia no,
                                    se la robé con audacia.
                                        Mucho corazón partí,
                                    y nunca consideré
                                    que me enamorase a mí
                                    aquel al que enamoré.
SOFÍA:                            No te esfuerces demasiado.
                                    Ya he renunciado al trofeo
                                    de ganar este torneo,
                                    pues tengo un enamorado.
JUANA:                           ¿Te has enamorado, dices?
                                    ¿Cómo has caído tan bajo?
                                    ¡Ese no es nuestro trabajo;
                                    nuestro credo nos lo impide!
                                        ¿Has olvidado tú acaso
                                    las palizas de tu ex novio?
                                    ¿Todo el llanto, el agobio,
                                    y en general, el fracaso?
SOFÍA:                            No he olvidado y por eso
                                    sé que he elegido bien:
                                    no hay otro como Ginés
                                    y su corazón inmenso.
                                        Sé que también fuiste herida
                                    de forma profunda y cruel,
                                    mas no lo pagues con él,
                                    me ha prometido su vida.
JUANA:                          ¿Es que es cristiano confeso?
SOFÍA:                        Precisamente, también,
                                    el más coherente y fiel
                                    posible en el universo.
JUANA:                           Estás cegada de amor,
                                    y engañada por palabras:
                                    los hombres las sueltan bravas
                                    y luego son lo peor.
SOFÍA:                           No tengo ningún temor,
                                    siempre ha cumplido sus pactos.
JUANA:                       ¡No ha sentido mi contacto
                                    ni el olor a tentación!
SOFÍA:                             ¡No te atreverás, so guarra!
JUANA:                       ¿Me lo vas a impedir tú?
SOFÍA:                         No hará falta, él te para.
JUANA:                        ¡Que me lo diga en un club!
                                        ¡Aquí y ahora declaro
                                    que antes del fin de semana
                                    me lo paso por la cama
                                    fácilmente y con descaro!
                                        Tú sólo estate a la espera
                                    que esto vendrá en tu ayuda:
                                    te demostraré sin duda
                                    que es débil como cualquiera.


ESCENA III
JUANA, SOFÍA, LOLI, SILVI

SOFÍA:                        (Se levanta para irse.)
                                        Tú eres quien se ha de cuidar
                                    de no tener sentimientos
                                    que se agraven con el tiempo
                                    al rememorar su moral.
                                        Para haber ganado el reto
                                    tu orgullo parece herido.
                                    Se diría que has perdido,
                                    atendiendo a tu careto.
JUANA:                           Tu traición me ha contrariado.
                                    Prepárate a mi venganza.
SILVI:                          (Irrumpe en la conversación.)
                                    ¡Serás infantil nenaza!
                                    ¡Lo tuyo sí que es pecado!
JUANA:                           ¿Quién te ha dado vela aquí?
SILVI:                          Basta el sentido común,
                                    y no hablo al tuntún,
                                    está claro que eres vil.
SOFÍA:                             ¡Hasta nunca!
JUANA:                                                   ¡Hasta pronto!
SILVI:                          (A Loli.)
                                    Yo me voy, ¿y tú?
LOLI:                                                        Me quedo,
                                    devoción a Juana debo,
                                    pues así el problema afronto.
                                    (Sofía y Silvi se van.)


ESCENA IV
JUANA, LOLI

JUANA:                        (A Loli.)
                                        ¿Estás conmigo?
LOLI:                                                             Seguro.
JUANA:                       ¿Me ayudarás?
LOLI:                                                     Lo que digas.
JUANA:                       Lo que quiero es que me sigas
                                    en este, mi plan oscuro...


FIN ACTO PRIMERO





ACTO SEGUNDO: SEDUCCIÓN Y SOLEDAD

ESCENA PRIMERA

Día siguiente.
En primer plano, a la izquierda, JUANA y LOLI
sentadas en la mesa de una cafetería.
Más al fondo, a la derecha, también JUANA, pero con GINÉS;
sus acciones se relacionan con la narración de JUANA y no intervienen
hasta que se indique.

LOLI:                            (A Juana.)
                                        ¿A qué viene esa desgana?
                                    No me pareces la misma.
                                    ¿Perdiste ayer tu carisma?
                                    Cuéntamelo todo, Juana.
JUANA:                          Algo de eso ha de haber
                                    pues ya no sé si deliro.
                                    Me planteo hasta el retiro
                                    si he de desaparecer.
                                        Todo estaba planeado
                                    hasta el último detalle;
                                    todo bien, hasta en la calle,
                                    todo según lo acordado
                                    para jugar con Ginés:
                                        Primero le hice creer
                                    que Sofía le dejaba,
                                    eso no me costó nada
                                    por nuestro gran parecer.
                                        Una peluca bastó,
                                    y hackearle Internet;
                                    la videollamada usé
                                    y lo demás ocurrió.
                                        Quedó devastado el pobre,
                                    cual Sofía, me ensañé:
                                    de esta forma aseguré
                                    que renegara del nombre.
                                        Luego un amigo común
                                    le convenció de salir,
                                    creo que debió decir:
                                    "Para no darle al runrún".
                                        Supe por el mismo amigo
                                    que se encontraba en tal punto,
                                    allí estuve en un minuto
                                    y mis amigas conmigo.
                                        Tras una señal que hiciera
                                    todos desaparecieron
                                    dejándonos casi en cueros
                                    juntos la presa y la fiera.
                                        Mas como él recelaba
                                    y evitaba nuestro tema
                                    usé otra estratagema
                                    mucho más desesperada.


ESCENA II
JUANA, GINÉS

                                   (Toman voz los actores del fondo a la derecha.)
JUANA:                       (A Ginés.)
                                        ¿Me puedes echar un cable?
                                    Sujétame la cerveza.
                                    Me da vueltas la cabeza
                                    de una forma insoportable.
GINÉS:                       (A Juana.)
                                        Salgamos, que te dé el fresco.
                                    Pareces realmente mal,

                                    ¿necesitas vomitar?
JUANA:                      No, pero gracias por esto.
                                    (Juana se cuelga de Ginés y salen del bar.)
JUANA:                          ¿Me acompañas a mi hogar?
GINÉS:                        Puedo llamar a un taxista.
JUANA:                      Mi casa está a la vista,
                                    pero sola no he de andar...


ESCENA III
JUANA, LOLI

                                    (Toma la voz de nuevo la Juana de la mesa a la izquierda.)
JUANA:                      (A Loli.)
                                        Sabiéndole caballero,
                                    le obligué a subir al piso.
                                    Allí le tendría sumiso
                                    para hacerle lo que quiero.
                                        El alcohol fue mi aliado
                                    y sin irme por las ramas
                                    le tuve tieso en mi cama
                                    antes de lo imaginado.
LOLI:                              ¡Pues eso es más que fantástico!
                                    Cumpliste entonces tu apuesta.
                                    Sofía estará traspuesta,
                                    ¡ser engañada tan rápido!
JUANA                           Loli, no aceleres tanto
                                    ni entiendas lo que no he dicho.
                                    Aquella cama fue un nicho
                                    que amaneció con mi llanto.
                                        Jamás un hombre en mi lecho
                                    se ha podido resistir
                                    ni a mis encantos ni a mí,
                                    pero Ginés lo ha hecho.
                                        No importa cuánto insistiera,
                                    él era un bloque de hielo.
                                    No se le movió un pelo
                                    ni con mi pasión sincera.
                                         Era seguro y certero.
                                    Por respeto, no decía
                                    nada sobre su Sofía,
                                    mas de mí sí:
 GINÉS:                      (Desde el fondo.)
                                                          No te quiero.


ESCENA IV
JUANA

JUANA:                          Palabras ciertas y crueles
                                    que marcaron el momento
                                    en que nació un sentimiento
                                    profundo, que sólo duele.
                                        Le vi desde la ventana
                                    irse para no volver.
                                    Odié el amanecer,
                                    y dejé de ser esa Juana.
                                        Voces de ex novios fantasmas
                                    formaron un eco sombrío.
                                    Me recorrió un escalofrío
                                    sintiendo sus penas pasadas.
                                        Una voz entre las voces
                                    como un conjuro sonó:
                                    «No has de amar al que conoces
                                    sino al que te dice 'no'».
                                        Supe entonces con certeza
                                    que siempre iría a mi bola,
                                    que amaría con ligereza
                                    y que moriría sola.


FIN (TELÓN)

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Inspirado en parte en Un evangelizador de ballenas, de Mario Larrá.
Ha inspirado en parte El Dragón de Madera, de Mario Larrá.
Forma parte del proyecto Espiral de relatos.