No sé vosotros, pero yo, cuando oigo llamar "Comedia" a una obra de teatro clásica, tengo mis reparos. Entiendo que cierta obra pudo ser considerada una comedia en su día, pero, oye, el humor cambia y si hoy día se le llama comedia es más por darle un nombre, en contraposición con el drama, que porque la obra sea, a día de hoy, verdaderamente graciosa.
Obviamente, en muchas ocasiones el salto cultural y temporal es importante, sin embargo, cuanto más obritas de éstas conozco, más me convenzo de que estas diferencias no resultan tan acusadas como pudiera parecer. La semana pasada, sin ir más lejos, pude ver Entre bobos anda el juego, de Fernando de Rojas Zorrilla, en el Teatro Principal de Burgos. Pese a ser una obra escrita en el siglo XVII en verso, con su español de la época, muchas veces arcaico y abstruso para un espectador contemporáneo, el público respondió de una forma que me sorprendió: riendo frecuentemente (y al unísono), y no únicamente en los momentos de comicidad más física, sino también en muchas pullas y juegos dialécticos.
En este caso, la comedia data del 205 a.C., aproximadamente, con lo que el salto es considerablemente mayor. La traducción, por su parte, ayuda a la actualización de la obra, ya que busca un lenguaje común y adaptado a nuestra época, intentando interferir lo mínimo posible en trasladar las connotaciones culturales de la suya. Pero esto no asegura la comicidad. Y pese a todo, el texto permanece perfectamente divertido.
Los elementos son clásicos: el iluso engañado, el sirviente agudo, los amantes separados ideando argucias para encontrarse, etcétera. Y lo clásico, por si aún no lo sabéis, funciona. Si lo dudáis, basta con atender a la estructura de la inmensa mayoría de las películas comerciales, con su composición en tres actos, por citar sólo un ejemplo claro. La trama gira en torno a un soldado (el 'fanfarrón' que da nombre a la obra) al que le quieren robar la mujer que él había incautado previamente de su hogar. El principal artífice del engaño es Palestrión, esclavo en un principio del primer amante de Filocomasia (la mujer en disputa) pero que termina secuestrado, sirviendo al soldado fanfarrón (Pirgopolínices).
El principal motivo cómico es el engaño a que se ve sometido el soldado durante toda la obra, ya que los engañadores le alaban exageradamente mientras se parten el ojete de él en los apartes y de cara al público.
Las mujeres son retratadas como agudas, pero haciendo énfasis en su capacidad de serlo para hacer el mal y engañar, y su incapacidad de ser equilibradas para acometer empresas con una finalidad buena. Por otra parte, el argumento es marcadamente lineal, en el sentido de que no hay sorpresas: se planea un engaño y se lleva a cabo, con cierta tensión pero sin mayores complicaciones, ni giros de guión, ni vueltas de tuerca inesperadas. Al final el soldado fanfarrón es fácilmente engañado para cometer adulterio y entonces le atrapan, y ahí se presencia un aspecto fuertemente cultural del momento: debido a su intención adúltera, amenazan con castrarle en ese mismo momento. Al soldado, en tal tesitura, se le quita toda la fanfarronería, claro, y acepta no denunciar nada y volverse honrado con tal de que no le dejen sin... honra. Con esto y enterándose del engaño que le han tramado (la mujer que guardaba en su casa ya está tirando millas por el mar), termina la obra.
En conclusión, es una obra de teatro latina ambientada en Éfeso cuya moraleja es una crítica al adulterio y que, pese a no tener giros argumentales, es amena, y en algunos puntos, capaz de arrancar una sonrisa.
Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013