Lee y verás cuánto peco de literal en la foto de acompañamiento |
Durante este tiempo, ya que no doy ni la lata, me he podido dedicar con más esparcimiento a recibir. ¿Recibir qué? Un poco de todo. Muchas clases, cierta experiencia, otros tantos nuevos conocidos. Y sobre todo, volver a cogerle cierto cariño tonto al día a día. Esto ha influido no sólo en el parón del blog, sino también en el del reto de leer 50 libros en este año, cuya cuenta llevo desde aquí. ¡Llevo con La vida de Pi por lo menos tres semanas! ¡Y no es porque sea difícil de leer! Las lecturas se me acumulan, ya que en la carrera a la que estoy yendo de oyente (Grado de Español) no paran de darnos nuevo material. Estas son algunas de mis próximas lecturas: El nombre de la rosa, de Umberto Eco, La gata sobre el tejado de zinc caliente, de Tennessee Williams, La tregua, de Mario Benedetti.
Así que hoy he decidido ponerme manos a la obra y explicar, cuando menos, mi deshonrosa desaparición. Eso está liquidado en los párrafos superiores. Pero ya que estoy, voy a recordar mis entradas preferidas de la treintena que he conseguido apañar durante este par de meses anteriores. Así tendré más presente el triunfo que hacer esto ha constituido para mí (mientras duró) y recupero, a la par, algunas entradas que ¡eh, no quiero que se pierdan en la inmensidad del olvido! y, quizás, también la motivación para volver a la carga y soltar mis tochos autocomplacientes con público más que VIP.
Estas son, pues, mis favos:
- Paranoia polaca al menos una vez en la vida: donde mezclo sueños nocturnos con diurnos, uno de mis hobbies favoritos. (Nota: en realidad no he conocido a ningún polaco en la universidad, al menos este año).
- Teoría Particular de Estilística General: aquí me puse literato y atrevido y me inventé una clasificación que nadie había parecido echar en falta hasta el momento. ¡Viva!
- La eternidad contenida: tengo comprobado que tiendo a ponerme muy místico, y mítico, y retórico, y metafísico, y apócrifo, y superlatívico, y esdrújulo en este blog, y este pequeño relato es una prueba de ello. Pero es una prueba que me agrada, porque me siento muy identificado con lo que (ave yo) conseguí plasmar en esas líneas.
- Gracias por el silencio: esta entrada me hace especial ilusión porque alguien me hizo un comentario sobre ella de viva voz, y considerando la gran falta de comentarios que rige por estos lares, eso cuenta como una millonada de pulgares hacia arriba y sonrisas.
- Decálogo de decálogos: aquí no es que haya nada muy mío, pero ¡eh!, me lo curré.
- El terror de la confusión entre el recuerdo y el conocimiento: una de las pocas entradas musicales que he hecho, junto con la apología de Fabrizio de André, pero en esta se me va la olla mucho y bien, que es lo que me gusta. Hay que escarbar. Así, a veces se encuentran tesoros.
- El "Sentido" y las direcciones: aquí me pongo denso y filosófico y me meto ni más ni menos que a reflexionar sobre el famoso "sentido" de la vida. Una batalla dialéctica imposible.
- Palabras muy largas de definir: no me acuerdo, pero creo que iba sobre algo. Sí, definitivamente, iba sobre algo. Espero que el relato no sea demasiado ambiguo, porque en serio, iba sobre algo, sin duda.
- Por qué mancharse de escritura: aquí me peleo con otra idea gorda, como la del sentido de la vida o más: por qué escribir lo que escribimos. No sé si llego a dar alguna respuesta satisfactoria, pero seguro que planteo al menos unas cuantas preguntas sugestivas.
¿Por dónde cortamos, doctor?: en ella intenté vaticinar con toda exactitud dónde terminaría la película de El hobbit, fracasando, aunque por poco. Creo que la mayoría de los argumentos son buenos, pero me faltaba información más allá del libro para haber dado en el clavo.
Muchas gracias por venir, pasear, leer, ¡valiente! (Comenta si te atreves)