Leer, quemar; leer, quemar; leer, quemar. El lector compulsivo lee al modo que los guerreros hunos conquistaban: todo lo que se le pone por delante, dejándolo todo muerto detrás. Los libros que aún no ha leído brillan, los que lee se apagan, en su memoria sus títulos se vuelven una ceniza que evitar. Leer, quemar; leer, quemar; leer, quemar. Lee rápido, pues las llamas se comen los libros tras sus ojos. Leer, quemar. Termina de leer todos los libros de casa y sale a buscar más libros, sus llamas reclaman más páginas, siempre más. Leer, quemar; leer, quemar.
Se dirige a la biblioteca. No le importa dejar su casa ardiendo.