Hace unas semanas vi que se
publicó una convocatoria de beca para asistir a estudiantes que
vienen de Michigan (Estados Unidos) de agosto a diciembre. Por
supuesto, me pareció una beca hecha para mí, pero cuando leí la
convocatoria vi que había que tener un título en inglés, ya fuera
de Cambridge, EOI, TOEFL,... para probar nivel avanzado. Como soy tan
listo, no tengo ninguno.
Así que más o menos
descarté que me fueran a dar la beca, pero pensaba presentarme pese
a todo, por probar suerte. Así que he esperado, por supuesto, al
último día, hoy, para ponerme con ello. Todo lo que ha ocurrido
podría haberse previsto si hubiera hecho las cosas con tiempo, pero,
en todo caso, las circunstancias no han ayudado:
12:00 : Suena el despertador
del móvil. No lo había puesto el día anterior (me dormí leyendo),
pero por suerte lo tenía programado del día anterior para sonar a
diario (sí, estos horarios gasto en verano).
12:20 : Suena el despertador
por tercera vez. Por fin, me levanto y me pongo directamente con el
ordenador. Viendo lo tarde que es, decido pasar del desayuno y así poder
entregar los papeles antes de las 14h., hora límite.
12:30 : Descubro que para
optar a la beca no sólo contaban los títulos: ¡también haberse
ido al extranjero con la Universidad! ¡No había leído la última
parte! ¡He hecho Erasmus, entro en la convocatoria! ¡TENGO que
entregar esto!
12:35 : Hago recuento de
documentos que tengo que entregar y veo que también hay que
presentar una carta de motivación. Busco en Google: «cómo escribir
una carta de motivación». Abro 5 pestañas, las leo todas por
encima. De pronto, no me importa tanto cómo escribir el texto en sí
sino cómo empezar el encabezamiento: «Estimados ... ¿qué?».
Después de comparar varios ejemplos, me decanto por «Estimados
Señores de la Universidad de Burgos». Me da igual. No me voy a
comer la cabeza.
13:10 : Termino la carta de
motivación (al final he decidido añadir «Señores/as»), actualizo
un par de detalles del C.V. y copio todos los documentos que
necesito imprimir en un pendrive. Me pongo a buscar los títulos que
acompañan el C.V.
13:30 : Encuentro el título
de la carrera pero no aparecen los papeles de estancia de Erasmus ni
las notas. Decido pasar de los títulos, ya los entregaré más
adelante si consigo entregar lo esencial hoy.
13:35 : Salgo disparado de
casa con la bici.
13:40 : Entro en la
copistería del barrio como un forastero atrevido en un bar de
vaqueros. Digo: «Siento las prisas, pero tengo unas copias que
hacer, sólo si pueden estar en 5 minutos» y le ofrezco el pendrive.
La dependiente me mira fíjamente y declara «Me estás pidiendo que
no pase el antivirus». Se palpa la tensión y un niño haciendo la
croqueta pasa entre nosotros. El tiempo se detiene, pero eso no
ayuda. La dependiente decide arriesgarse por el bien de su negocio y
toma el pendrive.
13:45 : Se ha imprimido
todo, salvo el Currículum. También falta de fotocopiar el DNI. De
pronto la máquina se pone a hacer sonidos raros. El Currículum no
sale. Hay otros clientes haciendo cola. Entra en la copistería un
mensajero con un paquete y prisa. «Todos tenemos prisa», le suelta
la dependiente empezando a estar de los nervios. «No te preocupes»,
digo, «entrego lo que tengo y ya entregaré el Currículum más
adelante». La dependienta maldice la tecnología repetidamente. Le
propongo reiniciar la fotocopiadora, lo hace y finalmente el
Currículum sale imprimido y el DNI fotocopiado.
13:50 : Con los papeles en
la boca, vuelo a MACH 3 con la bici, arriesgando mi vida y todas las
de los que se me cruzan.
13:55 : Superando, seguro,
varios records, paso por la Facultad de Económicas y me dirijo a
Derecho, para cruzarla también y llegar al edificio del Registro,
edificio nuevo de la Universidad que aglomera todos los servicios y
la burocracia.
13:56 : Dejo la bici de mala
manera en la calle y entro sudoroso en el Registro. La mujer que
atiende está al teléfono. Le enseño los papeles. «¿Dónde tengo
que entregar esto?», le pregunto, a lo que me responde: «¿Dónde
tienes que entregar esto?».
13:57 : «¿Tienes que
entregarlo aquí en el Registro o en la Fundación General de la
UBU?». En el papel de la inscripción pone «Fundación Universidad
de Burgos» por todos lados, y en la convocatoria ponía que había
que entregarlo allí (se me enciende la bombilla). ¡Pero pensaba que
la famosa Fundación estaría en el mismo edificio que el resto de
Servicios!
13:58 : Por suerte, mientras
la mujer del Registro sigue hablando por teléfono, un trabajador que
anda por ahí me dice que la famosa «Fundación» está en el
edificio de Económicas. ¡Mierda, lo he pasado hace un momento!
¡Tengo que volver! El buen hombre me indica por qué puerta entrar
para llegar antes.
13:58 y medio : Se me pincha
la rueda trasera al subir un bordillo en la Facultad de Derecho.
Aprieto incluso más y hago los últimos 200 metros con la rueda
hecha un chicle.
13:59 : Salto prácticamente
de la bici e intento abrir la puerta de la Gloria pero ¡ESTÁ
CERRADA! Un ángel se aparece y abre con su tarjeta. «¿Buscas la
Fundación?», me dice, «Está ahí a la derecha». Me
teletransporto «ahí a la derecha» y me encuentro con un laberinto de puertas y
carteles, todos diciendo «Fundación Universidad».
14:00 : Llamo
compulsivamente a todas las puertas, pero veo que en la mayoría la
luz está apagada por dentro. Localizo dónde hay luz y allí llamo
con énfasis, y pruebo a abrir, pero está CERRADO. La oficina con
luz tiene dos puertas, así que voy a probar la otra, a unos metros
de la primera. Llamo, nadie responde. Intento abrir, también
cerrada. De pronto abre alguien la otra puerta, y una mujer hablando
por teléfono (¿con la del Registro?) se asoma.
14:01 : Le hago señas a la
mujer desde el otro lado del pasillo con los papeles. Me ha visto,
pero se mete de nuevo en la oficina para defender su fortaleza de mi
asedio. ¡Ah del castillo! Me dirijo como un ariete, decidido a
derribar la puerta y dejar mis papeles allí sea como sea, cuando una
voz detrás mío me para. «¿Qué quieres?». Un hombre acaba de
salir de los baños y, en vez de huír, se interesa por mí,
¡albricias! Le explico la situación y me dice que la oficina ya
está cerrada, pero que él puede coger los papeles y que se los dará
a sus compañeros. Que me llamarán si falta algo.
14:02 : «Perfecto, eso
sería perfecto», le digo. Se lo agradezco muchísimo, le digo que
me ha pasado de todo para llegar allí (no le cuento la historia
porque bastante tiene con su vida, y tampoco me iba a creer), le
compro bombones, le regalo un caballo, le ofrezco mi vida y mi
servilidad de por vida. Al menos un tercio de lo dicho.
14:03 : Salgo del laberinto
de la «Fundación». Victorioso. Creo. El esfuerzo sobrehumano de
última hora ha valido la pena.
14:05 : Me alejo a pie,
destruido pero contento, llevando mi pobre bici coja, como si del
final de una peli de Chaplin se tratase. Pero en lugar de ser en
blanco y negro, el sol pega fuerte y los colores brillan mucho.
¿Debería conseguir la beca? ¿La conseguiré? Eso es,
definitivamente, otra historia, que no afectará, ni para bien ni para mal, lo que fue esta.