Me
cuesta viajar al extranjero sin comprar algún libro. Es el tipo de
recuerdo que más me gusta, especialmente (claro) si puedo leerlo. Viajar es
también una gran oportunidad para comprar libros en la lengua
original de sus autores. Hace unas semanas fui a Portugal (Oporto y
Coimbra). No entiendo portugués, pero, como todo español, tenía la
sensación de que podría entender la mayor parte, sobre todo si lo
tenía por escrito. Así que quise comprar un libro que pudiera leer.
Encontré una librería pequeñita y vieja, llena de libros hasta el techo, que me gustó. El librero era un hombre mayor vestido elegantemente. Me ofreció su ayuda pero primero quise ojear los estantes. Observé que tenía muchas ediciones antiguas. Eso, para un estudiante pobre como yo, significa, sobre todo, precios caros. Le expliqué al librero que no sabía portugués, pero quería un libro sencillo, que pudiera entender, y barato a ser posible. Tras ofrecerme diferentes novelas, le dije que prefería probar con poesía, que quizás fuera más escueta. Recordé que en el Grado de Español me habían hablado de un autor portugués que había publicado mucho con diferentes seudónimos y así se lo expliqué al librero. No sé si me entendió, pero parecía que no se le ocurría quién podía ser dicha persona. Yo no estaba seguro, pero sólo se me venía un nombre a la cabeza: Pessoa. Se lo dije y rápidamente me sacó varias recopilaciones, pero todas eran muy caras. Quedaba un pequeño librito, Mensagem, de aspecto ajado y ligero. Era seguramente barato para ser tan antiguo, pero caro si se tomaba en cuenta sólo su volumen. En ese momento ni siquiera estaba seguro de que Pessoa fuera el autor que me había producido curiosidad. Pregunté por otros libros de poesía. Algo más contemporáneo. Me sacó un libro nuevo, más voluminoso que el de Pessoa y más barato. Los sopesé por un rato. «¿Está bien este?», pregunté señalando el de Pessoa. Sabía que el autor tenía que ser bueno, y los libros viejos tienen su encanto. «Te prometo que no te decepcionará», me dijo en perfecto español (en realidad no, pero así lo recuerdo). Así que finalmente vencí mi propensión económica de considerar la relación tamaño-precio y tuve en cuenta otros factores que me hicieron pagar más por algo, supongo, mejor.
Pero al leer este libro he descubierto que mi presunción de poder entender fácilmente el portugués fue demasiado atrevida.
¿Tiene sentido leer un libro en un idioma que no conoces? Obviamente, no. Pero quizás dependa mucho entre qué idiomas juguemos. Sin saber portugués o italiano, un español puede leer textos en estos idiomas y llegar a enterarse de bastante. Si se sabe un puñado de diferencias de pronunciación que hay entre la lectura de estos idiomas y la del español, se puede ser capaz de saber cómo suena lo que se lee. Especialmente en el caso de la poesía, esto no es poco. Sin embargo, estamos de acuerdo en que los libros se leen por su contenido, incluso los más poéticos y abstractos.
Pero en esta ocasión he decidido leerlo sin preocuparme por el significado. Al principio hacía el esfuerzo de enterarme de lo que leía, y algo alcanzaba a entender, pero tampoco demasiado. Pronto me abandoné a los sonidos y a la imagen impresionista que formaban las palabras sueltas que iba entendiendo. Leer Mensagem ha sido una experiencia muy diferente de leer cualquier otro libro. Ha sido una lectura automatizada sin culpa, un fluir natural por las palabras, sin detenerse a descubrir lo que guardan. Un disfrute profano de las formas, las cadencias, los vínculos y las melodías. ¿Desde cuándo se lee sólo por el crecimiento espiritual? ¿No se lee a menudo meramente por el disfrute, por el entretenimiento que da el libro? ¿Quién dice que seamos mejores después de haber leído? ¿Quién dice que no se pueda leer un libro sin entender una palabra?
Aún más: creo que ni entendiendo portugués (o leyendo una traducción) entendería de verdad gran parte del libro, pues muchos poemas están inspirados por personajes históricos portugueses totalmente desconocidos por mí, con lo que me faltaría el contexto. Además, aunque los poemas son cortos y aparentemente sencillos, me da la sensación de que muchos son bastante complicados pese a tales formas simples.
De momento me quedo con la experiencia de esta lectura sui géneris, y si otra lectura de la misma obra en español se me ofrece más adelante, descubriré qué néctares paladeé sin tragar.
Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013
Encontré una librería pequeñita y vieja, llena de libros hasta el techo, que me gustó. El librero era un hombre mayor vestido elegantemente. Me ofreció su ayuda pero primero quise ojear los estantes. Observé que tenía muchas ediciones antiguas. Eso, para un estudiante pobre como yo, significa, sobre todo, precios caros. Le expliqué al librero que no sabía portugués, pero quería un libro sencillo, que pudiera entender, y barato a ser posible. Tras ofrecerme diferentes novelas, le dije que prefería probar con poesía, que quizás fuera más escueta. Recordé que en el Grado de Español me habían hablado de un autor portugués que había publicado mucho con diferentes seudónimos y así se lo expliqué al librero. No sé si me entendió, pero parecía que no se le ocurría quién podía ser dicha persona. Yo no estaba seguro, pero sólo se me venía un nombre a la cabeza: Pessoa. Se lo dije y rápidamente me sacó varias recopilaciones, pero todas eran muy caras. Quedaba un pequeño librito, Mensagem, de aspecto ajado y ligero. Era seguramente barato para ser tan antiguo, pero caro si se tomaba en cuenta sólo su volumen. En ese momento ni siquiera estaba seguro de que Pessoa fuera el autor que me había producido curiosidad. Pregunté por otros libros de poesía. Algo más contemporáneo. Me sacó un libro nuevo, más voluminoso que el de Pessoa y más barato. Los sopesé por un rato. «¿Está bien este?», pregunté señalando el de Pessoa. Sabía que el autor tenía que ser bueno, y los libros viejos tienen su encanto. «Te prometo que no te decepcionará», me dijo en perfecto español (en realidad no, pero así lo recuerdo). Así que finalmente vencí mi propensión económica de considerar la relación tamaño-precio y tuve en cuenta otros factores que me hicieron pagar más por algo, supongo, mejor.
Pero al leer este libro he descubierto que mi presunción de poder entender fácilmente el portugués fue demasiado atrevida.
¿Tiene sentido leer un libro en un idioma que no conoces? Obviamente, no. Pero quizás dependa mucho entre qué idiomas juguemos. Sin saber portugués o italiano, un español puede leer textos en estos idiomas y llegar a enterarse de bastante. Si se sabe un puñado de diferencias de pronunciación que hay entre la lectura de estos idiomas y la del español, se puede ser capaz de saber cómo suena lo que se lee. Especialmente en el caso de la poesía, esto no es poco. Sin embargo, estamos de acuerdo en que los libros se leen por su contenido, incluso los más poéticos y abstractos.
Pero en esta ocasión he decidido leerlo sin preocuparme por el significado. Al principio hacía el esfuerzo de enterarme de lo que leía, y algo alcanzaba a entender, pero tampoco demasiado. Pronto me abandoné a los sonidos y a la imagen impresionista que formaban las palabras sueltas que iba entendiendo. Leer Mensagem ha sido una experiencia muy diferente de leer cualquier otro libro. Ha sido una lectura automatizada sin culpa, un fluir natural por las palabras, sin detenerse a descubrir lo que guardan. Un disfrute profano de las formas, las cadencias, los vínculos y las melodías. ¿Desde cuándo se lee sólo por el crecimiento espiritual? ¿No se lee a menudo meramente por el disfrute, por el entretenimiento que da el libro? ¿Quién dice que seamos mejores después de haber leído? ¿Quién dice que no se pueda leer un libro sin entender una palabra?
Aún más: creo que ni entendiendo portugués (o leyendo una traducción) entendería de verdad gran parte del libro, pues muchos poemas están inspirados por personajes históricos portugueses totalmente desconocidos por mí, con lo que me faltaría el contexto. Además, aunque los poemas son cortos y aparentemente sencillos, me da la sensación de que muchos son bastante complicados pese a tales formas simples.
De momento me quedo con la experiencia de esta lectura sui géneris, y si otra lectura de la misma obra en español se me ofrece más adelante, descubriré qué néctares paladeé sin tragar.
Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013