El problema, o lo que distinguía a
Raúl, era que se tomaba las cosas muy a pecho, hasta experimentarlas
en toda su apoteosis, o exprimirlas hasta el límite de lo excesivo.
Cuando le dijeron que la risa es
salud, instaló en su rostro una sonrisa imperecedera que
condimentaba frecuente e incesariamente con risas y carcajadas. Era
su forma de asegurarse la inmortalidad. Pero su inmortalidad se vio
truncada por un inoportuno esguince de mejilla.
Ahora ha descubierto las reglas
mnemotécnicas y está empollando todo el saber de la Humanidad en
orden cronológico inverso. Se ayuda de gestos, palabras similares,
enlaces en la memoria, papelitos por la habitación y otros muchos
métodos más. Calcula que, si puede volver a sonreír, en los
próximos 300 años llegará al Big Bang.