"Esto es el mar", le dije.
Él no dijo nada. Lo escrutó largo
rato, concentrado. No quise interrumpir sus pensamientos, y me senté
junto a él a esperar. Él se sentó también, sin dejar de mirar las
olas ir y venir. Mucho rato después, habló:
–Parece un lago grande.
–Puede parecerlo, pero es mucho más
grande que todos los lagos que hayas visto juntos.
De pronto pareció cambiar de parecer:
–Es infinito.
–No, tampoco tanto. No conozco nada que
sea infinito.
–¿Las olas nunca paran?
–Nunca. Que yo sepa.
–Para mí es infinito. Es lo más
cercano al infinito que he conocido nunca.